NUESTRO TITULAR, SAN ANTONIO DE PADUA.

El paso de los siglos no ha afectado a la popularidad de que disfruta San Antonio de Padua, que sigue siendo uno de los santos más venerados y queridos. Y no solo en el ámbito católico, pues su figura y capacidad para curar a los enfermos, supuso devolver la fe a los descreídos. En un principio, San Antonio de Padua era representado con un libro, símbolo de su magisterio, con posterioridad este fue desplazado por otros atributos, como el lirio, símbolo de la pureza virginal de Antonio, o el Niño Jesús, que alude a la capacidad como intercesor. La misma que, plasmada en los milagros, ha hecho que la labor de Antonio como predicador, teólogo y maestro haya quedado en un segundo plano. 

Sin embargo, es precisamente esa labor evangélica la más valorada por la Iglesia, siendo canonizado bajo el pontificado de Gregorio IX, el 30 de mayo de 1232. Así, el 16 de enero de 1946, en la bula Exulta, Lusitania felix, el papa Pío XII le adjudicó el título de «doctor evangélico», pues «en sus escritos, como de una fuente perenne de aguas cristalinas, muchos teólogos y oradores sagrados han extraído, y pueden seguir extrayendo, su doctrina, porque ven en Antonio al maestro y al doctor de la Iglesia». Ya sea milagroso intercesor de la piedad popular o bien el sabio teólogo que hablaba acerca del Evangelio con palabras más dulces que la miel, una cosa hay cierta: y es que San Antonio de Padua es, en feliz expresión del papa León XIII, «el santo de todo el mundo». 

El retablo original del siglo XVIII fue sustituido a finales de la década de los años ochenta del siglo XX por uno moderno realizado por el artista local don José Gamboa Sánchez, bendecido el 10 de junio de 1989, albergando en la hornacina central el actual titular de San Antonio de Padua que data de 1937, obra del imaginero catalán afincado en Sevilla, Modesto Gené Roig, “…Ya tengo casi terminada la escultura de San Antonio, vendrán la semana que viene de Arahal, si todo va bien. Me han comentado que lo paga todo el costo, el pueblo. No hace mucho estuve allí, la Ermita es chiquitina, blanca por fuera y por dentro, sencilla pero acogedora, llena de velas y flores, me recuerda mucho al Santuario de la Misericordia, este pueblo, aunque no sea grande, no os podéis imaginar la Parroquia y otros edificios religiosos que tiene, son dignos de estudio…”, después de haber desaparecido la anterior imagen en los saqueos e incendios de julio de 1936. A ambos lados del titular se encuentran las tallas de Santa Ana y San Ignacio de Loyola y, en el ático superior, un Santísimo Cristo del Perdón.