La solicitud de su construcción por parte de don Pedro Duarte, mayordomo de la cofradía de San Antonio, se debe a la razón piadosa existente de la cofradía del ‘Señor San Antonio’ como así refleja el auto sobre la licencia fechada a 16 de mayo de 1650, ante el escribano mayor del cabildo de Arahal, don Francisco Pacheco Balderrama.
Durante su proceso de construcción, consta una donación testamentar del año 1653 : “mando una limosna para ayuda a la obra de la ermita del señor San Antonio de Padua que se esta haciendo en esta villa, dos ducados”. El 25 de febrero de 1660 , don Fray Pedro de Urbina concede la licencia para colocar un altar y decir misa en la ermita, siendo la descripción del oratorio “…altar de la capilla mayor de ladrillo y yeso más alto el circuito del servicio del altar, con un nicho para el santo y dos más pequeños para otras imágenes, sobre la portada una torrecita con su esquilón grande…”.
Se desconoce que pudo ocurrir con la primitiva ermita, dado que el actual inmueble es una obra de principios del siglo XIX, citado por Madoz en 1845 “…contigua al cementerio y a la vereda de Osuna y distante de la villa a unos 200 pasos…”. La obra es de mampostería y ladrillo, de una sola nave sustentada por gruesos pilares adosados al muro sobre los que apean arcos de medio punto que la dividen en cinco tramos y cerrándose con bóvedas vaídas.
La portada se organiza con un arco de medio punto enmarcado por pilastras y coronado por friso, cornisa y remates a lo que se superpone un óculo que recuerda las obras de Antonio Matías de Figueroa coronándose con una espadaña de triple arcada que contiene tres campanas, situándose la mayor en el centro de la misma, siendo bendecida en el año 1963 y bautizada con el nombre de Luisa.
Esta arquitectura viene a ser, una vez más, fruto de la interpretación de un maestro local de los presupuestos barrocos pasados de moda, cuando ya se imponía el lenguaje neoclásico . En la parte izquierda de la portada principal se encuentra un azulejo del titular, apreciándose en él, rasgos de una tradición existente entre las jóvenes casaderas, de tirar piedrecitas a la imagen del Santo, para que éste les encontrara pronto un buen novio.